sábado, 8 de octubre de 2011

FRAGMENTOS DE "LA PLAYA DE REBECA"


Estos dos fragmentos pertenecen al capitulo titulado "El ser humano".
Primer fragmento:
Me desperté contemplando un día claro e intenso, limpio y puro, lleno de vida y esperanza. Así me debí sentir aquella mañana, porque pensándolo ahora en el tiempo, el día era igual que el anterior, y que el anterior del anterior. Era un día luminoso, con un sol difuminado por esas nubes quietas por la falta de viento, como esperando a que alguien las agite para continuar su marcha.

El día no era diferente a los anteriores. Era yo, que por alguna extraña razón, me sentía lleno de vitalidad y energía. Es curioso de qué forma estamos sometidos a nuestra mente. Es ella, y sólo ella, la que decide llenarnos de vida o de miseria. En realidad no tenía ningún motivo especial para sentirme mejor, pero quizá mis sueños fueran los «culpables» de esa agradable sensación. Llené mi día leyendo y observando aquellas nubes quietas que habían decidido pasar las horas conmigo.

Me alegré de que empezase a anochecer, y quizá fuese ese el motivo de que mi despertar fuese diferente, ya que sólo pensaba en la charla que me esperaba aquella noche. Nada espectacular, ni divertido, ni apasionado, simplemente una conversación con alguien diferente, alguien que parecía entender mis palabras y estaba dispuesta a escucharlas. Alguien, en una palabra, que me transmitía serenidad.

Segundo fragmento:

Me explicaron que las columnas del Partenón no son completamente simétricas, y que ello no se debía a un error de cálculo, sino a una pretensión de asemejarse a la naturaleza, a resaltar lo bello de nuestra realidad, y a no pretender llegar a esa perfección imposible que nos asemeje a un dios, sino a intentar que los dioses acepten nuestra naturaleza como humanos y traten así de ayudarnos para resaltar nuestras virtudes. La sociedad griega se basaba en el hombre y en su deseo de organizar el caos por el bien común. Perikles nos enseñó hace miles de años que los dirigentes han de vivir por y para el pueblo. Su democracia de hace miles de años quedó en el olvido durante siglos por esa falta de una conciencia colectiva de bienestar. Grecia nos enseñó las virtudes del hombre, pero no se «defendió» de sus maldades. El hombre es individualista y egoísta por naturaleza, pero no por maldad, sino por supervivencia. El problema viene cuando no se controla ese egoísmo, ese deseo de ser más que el otro, sin querer entender que el resto del mundo necesita lo mismo que nosotros. Llegar a ese equilibrio es lo que intentó Perikles, pero quizá pecó de benevolencia.

No hay comentarios: