viernes, 3 de febrero de 2012

OTRO FRAGMENTO DE "AÑO 2112. EL MUNDO DE GODAL"


CAPÍTULO V

Imágenes del pasado: la infancia

Aquella pequeña «banda» de seis sílabas constituida por Guido, Néstor y el rebautizado Godal, se convirtieron durante algo más de una década en los mejores amigos del mundo. Era como si los tres se complementaran para formar una única y sólida unidad ante el mundo y sus peligros. Por regla general, la voz cantante la llevaba Néstor, el calculador e impertérrito realista. Nada escapaba a su control, y mientras sus dos acompañantes solían mostrar frecuentemente su verdadera condición, que no era otra que la de simples y ociosos niños, Néstor observaba el mundo de los adultos pensando en que algún día sería capaz de dominarlo y postrarlo ante él. No podía soportar, a pesar de su corta existencia, que nada ni nadie decidieran por él mismo, ni tan siquiera sus padres, de ahí que empezara a una temprana edad a desarrollar aquella gran astucia e inteligencia que le había correspondido al nacer. Así como para Guido y Godal sus travesuras tan sólo significaban un juego más, para Néstor en cambio constituían un eficaz aprendizaje y, en cierto modo, una forma práctica de prepararse ante la vida. Quizá fuese su exacerbado instinto de supervivencia el que lo llevara a comportarse de aquella forma, pero lo cierto es que Néstor siempre fue un depredador en medio de una inmensa y profunda selva. Una selva frondosa y desconocida que él debía explorar para intentar salir siempre indemne de sus peligros, pues a pesar de su corta edad, algo dentro de él le instaba a protegerse del mundo y de sus trampas. No, nadie tomaría las decisiones por él, se dijo para sí con tan sólo nueve años, constituyéndose de esa forma en el «hombre fuerte» de la pequeña banda. Pero si Néstor era el práctico y realista, Godal por contra se erigía en la verdadera alma del grupo. Rebosaba pasión y ganas de vivir, convirtiéndose su imaginación en el verdadero motor que impulsaba su existencia. Siempre estaba ávido de sentir nuevas sensaciones, nuevas experiencias que invadiesen su vida para convertirla en algo mágico y apasionante. Desde que sus ojos se despertaban, su vitalidad lo impulsaba a beberse a grandes sorbos las horas, los minutos, y hasta los segundos. Dormir y comer se convertían, con diez años, en una pérdida de tiempo, un valioso tiempo perdido tan sólo para reconfortar su cuerpo, que no su alma. Parecía como si cada juego, cada actividad, la realizara pensando en que sería la última viendo el ímpetu y la pasión que derrochaba en ellas…

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