domingo, 25 de marzo de 2012

FRAGMENTO DE "AÑO 2112. EL MUNDO DE GODAL"


CAPÍTULO XIV

Imágenes del pasado: otoño de 2062

La alfombra de tonos ocres que formaba la inmensa hojarasca acumulada hacía presentir un otoño gris y melancólico. Como cada año, con el fin del verano se restablecía el imperio de la monotonía, pues volvían los cortos y tenues días en los que el tímido sol empezaba a aletargarse como invadido por una invisible tristeza que lo empequeñecía y le robaba todo su esplendor. Las hojas caducas de los árboles abandonaban su antiguo hogar para convertirse en pasto de la tierra, una tierra humedecida por la fría escarcha de la madrugada que observaba entristecida la alegre vida que semanas atrás se había desarrollado en su superficie. Hasta las nubes, ésas que en verano son capaces de sonreír tras cada aguacero, se veían sin aparentes ganas de mostrar sus encantos, pues en el periodo otoñal solían estar acompañadas por un sinfín de rayos y truenos que atemorizaban al mundo con sus atronadores rugidos repletos de voracidad. Así era, el mundo empezaba a aletargarse en cuanto el sol decidía guardar su calor en espera de tiempos mejores, un tiempo pactado en el principio de los tiempos, que debía llegar de nuevo en cuanto el hombre deseara con todas sus fuerzas recuperar la cordialidad perdida después del paso del frío y duro invierno. Así pues, en aquel otoño del año 2062, la vida seguía agazapada como desde hacía siglos, como desde el principio de todo, esperando una simple oportunidad que la humanidad obstinadamente se resistía a concederle.

En aquel otoño hacía ya muchos años que el grupo de tres amigos había perdido el contacto, al menos en lo que se refería a Néstor y Godal. Este último había perdido también aquella ilusión que lo acompañó a lo largo de su juventud debido, posiblemente, a su falta de experiencia. Pero ya tenía cuarenta años, y precisamente su experiencia y sus vivencias ya no se limitaban a la simple teoría. Pudo comprobar con el paso de los lustros cómo el ser humano no era capaz de erradicar esa individualidad que lo convertía en egoísta, a la vez que en un ser estúpido e incapaz de llegar a entender plenamente lo que ese egoísmo deja tras de sí. La humanidad seguía como siempre, incapacitada para solucionar sus problemas y mostrándose abiertamente como un niño caprichoso y maleducado en espera de que alguien solucione sus propios desaguisados. Ya no sólo se trataba del eterno problema de insolidaridad que había dominado al mundo desde hacía miles de años, sino que en esta ocasión el caos iba a llegar para todos, incluso para los más pudientes y bien posicionados. El planeta se desangraba víctima del menosprecio a la naturaleza, una naturaleza herida de muerte a la que la mayor parte de la gente dio la espalda preocupada tan sólo por sus propios e individuales problemas. Pero lo que esas gentes no veían, pensaba Godal, era que cuanto peor estuviese el planeta, peores serían los problemas de la humanidad. La desertización de la Tierra había provocado…

No hay comentarios: