viernes, 30 de marzo de 2012

NUEVO FRAGMENTO DE "AÑO 2112. EL MUNDO DE GODAL"


CAPÍTULO XVI

El acusado

Marcado por el paso del tiempo y por la traumática constatación de la realidad que nos concede la experiencia, Godal se debatía en su ocaso entre los recuerdos que su existencia le había proporcionado. Curiosamente, y a pesar de su situación, aquel hombre esbozaba una leve sonrisa en su rostro cada vez que sus pensamientos lo hacían retroceder en el tiempo. Su mente, como si de un ángel de la guarda se tratara, se obstinaba continuamente en guardar en su regazo aquellos pequeños instantes en los cuales su vida se convirtió en algo bello y cautivador, imágenes pasadas que lo transportaban a un idílico edén terrenal en el cual él fue el protagonista. «Es curioso cómo nuestro propio e individual instinto de supervivencia insta a nuestro subconsciente a aferrarnos a la vida», decía, «pues si tuviésemos que ser objetivos y poner en la balanza todos los hechos acaecidos a lo largo de nuestra existencia, el duro peso de nuestros sinsabores superaría de largo los breves instantes de nuestra dicha pasada. Pero no, nuestro intelecto es capaz de aferrarse a un clavo ardiendo con tal de mantener intacto el frágil equilibrio que nos mantiene en pie. Es la eterna batalla que nos convierte en seres esperanzados a pesar de las adversidades, en seres capaces de luchar contra gigantes aunque seamos meras comparsas en un mundo incontrolable en donde el azar impone su ley sean cuales sean nuestros deseos. Somos un diminuto grano de arena en una inmensa playa, una inmensa y cautivadora playa que se nos ofrece llena de encantos, pero que a la vez se transforma en un laberinto de insospechados y latentes peligros. Y al tiempo que nuestros miedos nos invitan con sus temores a ser cautos, los instintos nos lanzan al descubrimiento de unos placeres que puedan por sí solos llenar nuestra mente de recuerdos y experiencias maravillosas con las que apaciguar esa falta de sensaciones cuando el sopor invade nuestra alma».

Y mientras todos estos pensamientos y palabras se agolpaban en su mente, Godal se autoconvencía de que los hombres somos seres valientes fruto de nuestra inexperiencia, pues si naciésemos sabedores de lo que nos espera, sin duda regresaríamos de inmediato al dulce y seguro calor del vientre de nuestra madre. Y entonces pensaba en ese equilibrio que todo lo mantiene, en ese abstracto sentimiento que puede transformar la realidad en irrealidad, lo absurdo en lógico, y lo soez en maravilloso. «Somos capaces de ver lo que no es, y de trasformar lo vulgar en bello con tal de mantener nuestra esperanza intacta ante el ataque voraz y continuo de la realidad. Así es…», volvía a decir, «queremos ignorar ese egoísmo que hace que los hombres se conviertan en seres potencialmente peligrosos, con tal de mentalizar a nuestro subconsciente de que siempre hay un camino libre de peligros y lleno de esperanza en el cual satisfacer nuestros incontrolables y puros deseos de supervivencia. Y es entonces cuando el intelecto juega a nuestro favor, reteniendo obstinada y premeditadamente en nuestro interior más profundo esos recuerdos que nos han convertido, de alguna manera, en seres dichosos y esperanzados en algunos momentos de nuestra vida», acababa diciéndose a sí mismo.

A través de su longeva existencia, Godal había visto de todo; miseria y opulencia, masacres espeluznantes y episodios de solidaridad que, paradójicamente, estaban protagonizados siempre por la misma especie, es decir, por la raza humana. Era evidente que el ser humano era capaz de erigirse en protagonista tanto de lo bueno como de lo malo, como si la antítesis de dichos actos formara parte más de la imaginación, que de la propia realidad. Se nos hacía creer que el hombre era bueno por naturaleza para ocultar nuestras propias miserias, para ocultar, en cierto modo, nuestros más bajos instintos y de esa forma poder apaciguar a esa invitada inesperada llamada conciencia. El viejo escritor, con su experiencia, sabía que el ser humano podía engañarse a sí mismo sin ningún tipo de rubor con tal de demostrarse que sus acciones no estaban basadas en la maldad…

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